Un año después, y como si no tuviese suficiente, vuelve para recordarme que siempre me perseguirá.
6 años que nunca voy a dejar atrás. No es que no tuviesen cosas buenas, es que siguen quedando resquicios de todas las cosas malas, y aunque parezca que corro más, siempre acaban alcanzándome. No puedo escapar. No hay salida. Ni siquiera hoy veo la entrada al siguiente punto de mi vida. Sólo la salida de emergencia de ese edificio al que no logro entrar. Y no se puede abrir desde fuera. Cuesta arriba. Muy cuesta arriba. Imposible. Agotador. Dejo la bici y lo intento andando, pero sigue sin ser suficiente. De vez en cuándo alguien pasa para ceder la mano y ayudarme a subir, normalmente quién menos me lo espero. Grata sorpresa. Pero corta. No sólo no hay fuerzas para subir. También se ha acabado el agua. Y de nuevo me pilla. Me adelanta. Un año después. Con una diferencia. Esta vez invito yo. Invito a ver mi caída. Y veo que todo aquello que me pasa me saca la lengua desde la lejanía. Una burla que no llego a entender, probablemente porque aquello me ha adelantado tanto, que está tan lejos que no lo puedo ver. Aplausos. He chocado contra el suelo. Mi yo que quiero a muerto. Mi pasado ha vuelto a ganar.
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